La primera impresión como gerrerista cuando te informas acerca de un nuevo GR proyectado es positiva. La curiosidad por explorar nuevos caminos y plantearte nuevos retos alimenta el deseo porque esa nueva ruta salga adelante, y tú estés con las botas listas para echar a caminar.
Pero luego viene la reflexión, la experiencia. De pronto recuerdas la cantidad de veces que has defecado de pensamiento en las madres de las personas que conforman las entidades responsables de los caminos por su mala señalización, el tiempo perdido en reorientarte por senderos abandonados, donde te mueves con guías desactualizadas, y de los que no se sabe absolutamente nada, porque ni la Federación los ha revisado, ni la entidad promotora los ha mantenido.
Y entonces, noticias como la nueva creación de un GR en la provincia de Alicante se convierte en una fuente de irritación más que sumar a las habituales miserias diarias, como subidas de la luz y recortes salariales. Cuando llamas a la Federación para pedir información acerca del estado de un sendero, y te contestan que no te pueden informar porque están saturados y no llegan a todo. Cuando ves que los trazados del GR-7, el GR-125 y el GR-92 están abandonados a su suerte con una señalética pésima, sin prácticamente información válida, y continúan con la dinámica de crear nuevos senderos GR, con el beneplácito de esa Federación «saturada», lo único en lo que piensas es en la guillotina de Miguel Rellán. Mal futuro nos espera a los gerreristas y a la naturaleza si continuamos con la dinámica del usar y tirar.