Como era de prever, me levanté con los pies bastante doloridos. Aun así no contemplaba otra opción que no fuera hacer la etapa de hoy. A las 5:30 desayuné gracias a los monjes, que me ofrecieron un bizcocho casero, café y lo que quisiera.
A las 6 en punto me despedía del abad de los franciscanos. En mi memoria quedará imborrablemente marcada esta grata experiencia en el Monasterio de Santa Ana.
Empieza a clarear y me dirijo al Oeste por la fuente adyacente al recinto monacal, y tomando una pista forestal cuya tierra voy a pisar durante algunas horas.
Tras un leve ascenso comienzo a descender agradablemente. Mis pasos lastimeros no auguran una jornada agradable. Tras un rato alcanzo el camino que transita la umbría de la Sierra Larga, cuyo nombre no podía serle más adecuado.
Sólo haré un par de paradas en este tramo, una de ellas de una media hora, para comer algo y descalzarme. No me gusta hacer paradas tan largas en travesía, pero es una necesidad.
Es 8 de junio, pronto aprieta el calor. Aún estoy protegido por la sombra de la sierra, de la que saldré en breve para exponerme abiertamente al sol, aunque aún no han dado las 11 h.
La señalización es buena, el nuevo trazado esquiva la Venta del Olivo, pues al parecer el paso por la Rambla del Judío es complicado. Ahora se da un rodeo a la derecha hasta salir a la carretera que une Calasparra y Jumilla. Pero antes me cuelo en un recinto abierto para tumbarme un buen rato en el porche de una casa deshabitada, con la vista del inconfundible Almorchón al fondo.
De nuevo en pie llego a la carretera. Más de 2 kilómetros por un estrecho arcén viendo venir de frente, uno tras otro, decenas de camiones a toda velocidad, que pasan a poco más de un metro de mí. Es, de largo, lo peor de este GR.
Lo siguiente es cruzar la carretera para tomar un camino a la derecha que nos va a introducir en un auténtico espartal. Aquí compartiremos GR y un Itinerario Ecoturístico que nos ofrecerá información de la zona en diversos cartelones.
Quedan 6 kilómetros para llegar al albergue, bajo una solana importante, a las 14 h. A mis pies condolidos se suma el calor intenso y la fatiga que se suma de todo ello. Pero, al fin, llego a mi destino.
El albergue no está atendido. Parece ser que está acondicionado para su uso, pero desconozco si está siendo utilizado por peregrinos.
Situado a unos 15 kilómetros de Cieza, en plena serranía, lo más cercano es la Venta del Olivo. A media tarde me vi obligado a recorrer los 3 kilómetros de ida para comprar agua y comida para la noche y el día siguiente, pues hasta Calasparra (a 30 kilómetros) no hay ningún tipo de servicio.
Cuando regreso al albergue puedo descansar y prepararme para vivaquear. La noche la pasaré pegado a una de las paredes exteriores, dentro de mi saco. Dormiré bien. A pesar de ser mi primera noche en solitario a la intemperie, estoy tranquilo.
Los pies, en cambio, me siguen doliendo mucho. Mañana va a ser un día muy difícil.