Continuamos el relato de la experiencia de una gerrerista por el GR-127 ‘Sendero del Segura’, un relato en primera persona sobre un bello sendero que se aproxima a su deshomologación.
Después de bajar al pie de la presa del Cenajo seguimos paralelos al Río, aquí nos encontramos con el primer obstáculo, puesto que había que cruzarlo. Y entre que llevábamos la perra, que las fechas no eran las ideales para pegarse un remojón, que llevábamos mucho equipaje y que éste bajaba con bastante agua, decidimos seguir por la pista que traíamos. Así lo hicimos, lo primero que nos sorprendió fue el área que se había quemado hacía unos años y como la fauna y la flora volvía a colonizar el espacio. Durante un trecho un grupo de cabras montesas estuvo haciéndonos compañía, para enfado de Vega.
Más adelante, el camino cambiaba de dirección y tuvimos que hacer un descenso campo a través para entrar de lleno en la Hoz del Maeso y la presa del Rey, donde nos encontramos con un primer premio… Una nutria. Terminada esta zona, entramos de lleno en los arrozales de Calasparra, donde utilizan el agua del Segura para la producción. Pensamos que el paisaje sería el mismo hasta llegar a Cieza, pero las siguientes jornadas nos demostraron que este sendero tiene rincones espectaculares a pesar del impacto del ser humano sobre el Río y su entorno. Lo más destacable fue la senda de la Huertecica, el santuario de la Esperanza y el cañón de Almadenes… Inicio de la siguiente aventura.
Resulta que salimos de Calasparra en dirección a la presa de la Mulata y después a Cieza, todo perfecto, un paisaje que iba mejorando mucho a medida que nos alejábamos de Calasparra y entrábamos en el Cañón, pero, cuando llevábamos unos cuantos kilómetros nos encontramos con la desagradable sorpresa de que el río Quípar no tiene por dónde cruzarse y no existe posibilidad de seguir pista o sendero en otra dirección que no sea volver. Y así lo tuvimos que hacer, nos dimos la vuelta y de regreso a Calasparra, qué decepción… No habíamos tenido ningún percance en la ruta que “nos inventamos” y nada más entrar en el GR-127 oficial, dos problemas.
Así lo hicimos, volvimos hasta casi la localidad de Calasparra, y tomamos una carretera que nos fue acercando al cañón y de ahí hasta casi donde nos habíamos quedado, la presa de la Mulata, otro sitio espectacular que nos compensó el enfado que llevábamos por los kilómetros extra.
Desde aquí a Cieza, descubrimos uno de los puntos más espectaculares del Sendero, el Cañón de Almadenes por la Senda de los Estraperlistas, menudas vistas del Segura, del Cañón, la vegetación. Todo espectacular, no cuento más. Hay que visitarlo, si no tenéis vértigo, porque hay algún paso un poco comprometido. Pasado Cieza, los arrozales y el Cañón, las sierras y la vegetación iban cambiando, desde aquí el Segura se encuentra todavía más antropizado, lo que no significa que pierda belleza, pues podemos encontrar un montón de patrimonio hidráulico con muchos siglos de antigüedad, que pone de manifiesto el tiempo que hace que el ser humano utiliza para desarrollarse las aguas de este río. Y un buen ejemplo son el valle de Ricote y ya más cercano en el tiempo, el balneario de Archena.
Desde Archena a Murcia, el medio natural cambia casi totalmente, las sierras quedan muy alejadas y el Río transita entre campos de cultivo, municipios, urbanizaciones y alguna que otra noria que nos sacaba de la monotonía.
En la capital hicimos una parada de un par de días y realmente nos sorprendió mucho y me temo que si no hubiéramos llevado a la perra, probablemente la hubiéramos disfrutado más. Nos pareció una ciudad muy bonita y poco conocida, por lo menos para nosotros. El centro urbano junto con el Río hacen un conjunto muy admirable, por no hablar también de lo bien que comimos.
Y desde aquí al final, sólo nos quedaban dos etapas largas pero sin complicaciones. Atravesando pueblos de la Vega Baja, como Orihuela, que al igual que Murcia es imprescindible conocer y que según pudimos comprobar es punto de inicio y final de varios GR’s. Rojales, con su noria y su puente del S.XVIII. Así como diferente patrimonio cultural y ambiental antes de la desembocadura en Guardamar del Segura, donde aconsejo llevar prismáticos para ver de cerca la impresionante cantidad de aves del final de este recorrido.