De junio hasta avanzado el mes de septiembre. Son los meses de mayor afluencia de peregrinos completando los diferentes caminos santos que desembocan en Santiago de Compostela. El objetivo es ganarse el abrazo de El Santo. A pesar del calor y de una mayor masificación de gente, esta época es propicia para completar este desafío personal, bien sea siguiendo el Camino del Norte o subiendo desde tierras portuguesas.
Bien sea en verano o en invierno o quizá en primavera u otoño -cada estación ofrece su encanto-, el Camino de Santiago requiere de una planificación. Incluso de semanas y meses. Nada puede dejarse al azar. Desde una preparación física (un entrenamiento acorde al ejercicio que se hará) a confeccionar toda la ropa y complementos que no deben olvidarse; siempre en función de si se hará andando o en bicicleta. Lo mismo sucede en cuanto a los sitios en donde pernoctar o reponer fuerzas durante la ruta.
Y, por supuesto, comenzando por el pilar que sustenta todos los preparativos anteriores: escoger la ruta a completar, y cómo hacerlo, hasta llegar a Santiago de Compostela. Si optamos por hacerlo este verano, quizá sea necesario ir ya planificando este viaje para finales de agosto o durante el mes de septiembre. Sin precipitaciones. En verano, por ejemplo, podemos debemos evitar el conocido Camino Francés (mucha gente) o aquellas que acaban desembocando en él, como son el Camino Primitivo y el Camino del Norte.
Una opción muy popular, pero no tan masificada es decantarse por el Camino Portugués o elegir entre el Camino Sanabrés o el Camino Inglés. Son zonas con menor número de peregrinos y menos calurosas. En este sentido, mejor evitar esos caminos que parten desde Castilla y León. Toda vez que se ha elegido la ruta, debe diseñarse etapa a etapa cuantos kilómetros se recorrerán y donde podrá descansarse. Deben anticiparte con cualquier tipo de reserva.
Completar el Camino de Santiago en verano conlleva una serie de consejos más allá de no olvidarse de unas gafas de sol, una crema protectora y mantener una correcta hidratación. Tampoco hay que motivarse más que en otra estación. Hacer una ruta jacobea durante el verano ofrece esta serie de ventajas:
- Más horas de luz natural: los días estivales son más largos, con lo cual no hay que apresurarse a completar las etapas. Si uno se retrasa no pasaría nada excepto si no tenemos reserva en algún alojamiento.
- Fiestas patronales: el camino cuenta con un aliciente meramente religioso, pero también de descubrir nuevos pueblos y culturas locales y tradicionales. Y en verano, ¡qué pueblo de España no celebra sus fiestas patronales!
- Menos peso: la mochila será nuestra compañera de viaje y en verano, su peso se reduce considerablemente. La ropa deportiva de verano pesa menos que la que portaríamos en invierno. Eso sí, no olvidemos un chubasquero. Son meses de menos lluvia, pero también hay un pequeño porcentaje a que nos llueva.
- Hidratación: el norte cuenta con muchas zonas donde poder refrescarse, algo que, en invierno, sería inviable.
Por el contrario, cualquier ruta jacobea, incluyendo las que pasan por la zona de Cantabria, cuenta con alguna desventaja en estos meses de verano. A saber: más números de peregrinos y menos opción a reservar alojamientos. Y una menor tranquilidad en los caminos, dentro de ese objetivo de recogimiento espiritual.