GR… y sucede la aventura

sendero entre árboles
Sabes que eres un loco cuando ves una de estas fotos y te sube un cosquilleo por las piernas.

Quiero sentir la dureza de esas rocas en mis botas, como se hunden en la arena, cómo crujen las hojas a cada uno de mis pasos. Quiero entrar ese bosque tan denso que al mirar arriba las copas no me permitan ver el cielo, tan dentro que no sepa por donde he llegado y entonces buscar las marcas en las piedras, en los árboles. Tocar el agua con la mano, asomarme a cada precipicio, oler cada planta que encuentre y seguir caminando hasta descubrir el secreto que sé que hay en cada camino. La sorpresa que la senda me tiene reservada para mi, justo hoy.

 
Dijo Heráclito, y a mi me gusta recordarlo a menudo, que «Ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre, ni el agua serán los mismos». Lo mismo opino yo de los caminos. No hablo de las carreteras donde reina el asfalto, los coches y lo artificial, me refiero a los caminos propiedad de la naturaleza, por donde circula libremente la vegetación, los animales, las piedras que ceden bajo el peso de la gravedad y los ríos dibujan sus propias cuencas.
 
Cuando entras en uno de esos territorios no sabes qué puede pasar, no sabes con quién o con qué puedes dar, no sabes cuándo podrás salir de él. Cuando entras en una de estas fotografías, entras en un mundo no domesticado, que aún no está bajo las leyes del hombre, y que te permite conectar con algo dentro de ti que te dice que ese, y no el asfalto, es tu lugar natural. Cuando haces tu mochila y calzas tus botas con respeto sucede algo que no pasa cuando vas al supermercado, sucede la aventura.

 

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